viernes, noviembre 17, 2006

El pájaro obeso y el ángel



En mi calle, a medio camino entre el amputado río y el recalentado mar, vive un pájaro de bello y suave plumaje. Un pájaro que habita a ras del suelo y que destaca por su excesivo volumen. Alguien le dijo un día que no era gordo, que era grande, y que dentro de su enorme barriga albergaba un tesoro. El pájaro tiene un problema que no eclipsa su enorme y aparente felicidad, y es que no puede volar, por un extraño temor o por el simple sobrepeso. Su felicidad aún así nadie la cuestiona y es admirado, querido e incluso envidiado por las gentes que de él saben. Puede parecer que su falta de movilidad le ha evitado conocer mundo, pero no es así ya que el mundo ha desfilado por su calle. Como rindiéndole tributo, o un misterioso homenaje que consiste en traerle el mundo a su hogar. De este modo ha convivido con múltiples culturas, ha incluso habitado con sicarios, chamanes, sacerdotes, imanes, maestros sufís y personas de toda clase y condición que se le presentan para que agudice su sabiduría. Pero jamás ha viajado.

Un día hace un año y algo más, exactamente el 18 de Junio de 2005, conoció a alguien que le hizo tener por primera vez en la vida ansia por viajar, por abandonar su implosión existencial y sacar el mundo de su interior para colocarlo en su sitio. Conoció a un ángel, ángel del sexo o del sentido de la vida. Ángel eléctrico que pone belleza allí donde va sin importar el resto del decorado. Como mariposa que aletea en una refinería, como un ramo de flores anónimo en una descuidada embajada, como una carta de amor dejando flotar sus versos en el cieno. El Ángel respondía al nombre de Paca, transmitía una fuerza que ella se esforzaba en llamar debilidad. Sobre sus hombros un peso incalculable y en sus actos una integridad y una vitalidad que no se puede encontrar por más que se busque bajo el tapiz de nuestro mundo. El pájaro abandonó su calle de manos del ángel que lo llevó volando hacia dentro del mar. Le puso olor, sabor y color a un mundo demasiado bello para haberselo comido. El pájaro abandonó su calle y negó todo aquello que se le imponía, para volar, volar hacia dentro y convertir el vuelo en una poesía de vida. De éste modo estuvo más de tres semanas viviendo un sueño, escuchó picar a pájaros carpinteros a ritmo de jembé, observó coreografías imposibles de gaviotas y delfines y otras cosas increibles. Pero él no podía volar, o sentía aun aquel extraño miedo. Una buena mañana, como cada día saludó al sol, pero esta vez le pidió al ángel que lo llevase a su calle, para poder vivir lo que todo el mundo le atribuía como destino. Volvió para hacer pequeño el mundo, pero ahora cuando recuerda a Paca, algo le sonríe en el interior. Hay gente que vuela y sólo por eso la ama, volando, volando y sin parar de amarla. Por muy grande que sea el vértigo.

Ayer el pájaro obeso vió pasar a Paca, no llevaba de la mano a nadie, ahora le toca surcar el cielo sin tener que mostrarselo a quienes carecen de valor.

Etiquetas:

6 Comments:

Blogger El chicharrero terrible said...

Cuantos pajaros obesos hay, que dicen que no vuelan, porque ¡en esta calle se vive mejor que en ninguna!. Simplemente se han acobardado, y no quieren volar.
El ser humano muchas veces es peor que este pajaro, puede incluso llegar a pensar que los pajaros que vuelan están locos, o no saben lo que hacen.

9:58 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pase por su calle, por la calle y por arriba, tantas veces que parecía que siempre íbamos a estar juntos, coleccionando pelotas a medianoche sentados frente a ladrillos y cátodos. Compartiendo nicho con otros pájaros, a veces revoloteando incluso en balcones. A veces, cual pájaros, saliamos y con alguna sustancia y alguna gracia soliamos pasarlo bien.
Con el paso del tiempo, un pájaro se unió a otra bandada. Todo cambió. Las reuniones de pájaros acabaron a picotazos. Con el paso del tiempo algunos pájaros quisieron acercarse para continuar con sus vidas tranquilos, pero el obeso pájaro, en cuya morada nos reuniamos, no sabía volar. El impedimento cada vez fue mayor, y ahora, con avanzadas comunicaciones por conductos y fibras me atrevo a decir que una llamada a tiempo siempre vence... y que así se pierden amigos.

11:13 a. m.  
Blogger Eulalia said...

¿Hay un emoticón para las lágrimas que tienes que aguantarte porque es ridículo llorar por un relato que lees justo en el momento en que?
Espera.
(He encencido un cigarrillo)
Y ahora ya no quiero - o no tengo - más que decir.
Un beso.

2:24 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pobre pajarito obeso, ojalá hubiera sido un pingüino que aún siendo ave no posee la capacidad de volar. ¡Pero que pena! saberse capaz de volar y no poder. Y aún más, haber experimentado las sensaciones únicas de un vuelo de más de tres semanas y seguir sin poder hacerlo.
Reflexionando sobre este singular pájaro, intento imaginar que le impide emprender un nuevo vuelo, un vuelo definitivo.
Me imagino que él sabrá claramente que el sobrepeso es el más simple de los problemas. No dudo que el ángel le explicaría, que cuando uno vuela su alma se siente tan plena que transmite al cuerpo una serenidad única, haciendo que éste se olvide incluso de comer, y así adelgaza hasta sentirse tan ligero como una pluma.
A su vez, entendería que no pudiera volar por quizá, tener un ala rota debido a alguna lesión del pasado que él no pudo controlar. Pero no, éste pájaro posee las dos alas sanas.
Así que seguramente será lo del extraño temor. Pero...¿extraño?, o el más común de los temores. Aquel que proviene de sentir que sólo podrás alcanzar tu felicidad de una manera diferente a lo que toda tu vida pensaste o te hicieron pensar que te llevaría a ella. Ese temor al que pasará si te desmarcas. Temor acompañante de la inseguridad que supone el atreverse a abandonar tu "comodidad" del momento por buscar la esencia de tu propia vida. La inseguridad de saber si la alcanzarás o no, si merecerá la pena arriesgarse.
Aquí es seguro que el ángel no duda, si merecerá la pena.
Me entristece la situación del pájaro obeso porque se que sufre. Es imposible que después de haber conocido el mundo sea igual de feliz en su calle. Pobrecito, conocedor de sus inquietudes e incapaz de luchar por ellas. Aunque al menos las conoce, porque hay especies que poseen los sentidos tan dormidos que no son ni capaces de darse cuenta de la existencia de su alma. Alma que les grita sin cesar que dediquen tiempo a conocerla y a escuchar sus necesidades. Alma que al verse atrapada transforma su frustración en infinitos malestares para el cuerpo que habita. Estas especies, al igual que el pájaro obeso , también sufren mucho. Sin embargo hay una que no lo hace, es a la que pertenece el ángel, que no sólo dedica tiempo a escuchar a su alma y conoce sus inquietudes, sino que tiene el valor de luchar por ellas alcanzando momentos de felicidad plenos y únicos.Se sienten tan completos, seguros y fuertes que no temen a nada, ni siquiera a la muerte. Porque ellos a diferencia de unos que sienten un miedo horrible a la sensación de vacío que provoca el pensar en la muerte, sienten ese mismo miedo al pensar experimentar ese vacío en vida. Así que no temen ni tan siquiera morir, superan el mayor miedo de la especie humana. Claro, ¡son ángeles!.
Así que tras estas reflexiones lo único que puedo añadir es que si yo fuera el pájaro obeso utilizaría las sensaciones de mi primer vuelo que ya habitan en mi alma y las usaría como único alimento durante un tiempo. Así mi cuerpo al no ingerir nada más adelgazaría hasta permitirme emprender un nuevo vuelo por mi mismo. Recorrería inimaginables lugares que me abrirían otros mundos y éstos a su vez otros nuevos, y así hasta convertir mi vida en un vuelo infinito. Y sólo después de haber adquirido la inigualable sabiduría que aportan los viajes en solitario buscaría sin parar hasta encontrar a aquel ángel que un día transformó mi vida en poesía, porque lo único que puede superar la felicidad de convertir tu vida en un vuelo infinito es compartirlo con alguien capaz de sentirlo como tú, alguien como aquel ángel que, quien sabe si algún día también fue un pájaro obeso.

7:23 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

almafuerte!
terrible!

4:37 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Encuentro: acto de coincidir en un punto dos o más cosas. Y si hablamos de pájaros, en vez de

cosas, solo hay un punto posible: aquí y ahora.

Punto difícil para uno mismo, muy difícil y extraordinario para dos, que se viste de milagro cuando

acontece.

Punto como latido de corazón, imposible de controlar, agarrar, inventar o sostener de un solo lado

(sístole y diástole).

En el cielo no hay certezas ni sillas en las que descansar. Solo confianza en tus alas, vehemente,

por supuesto, y un espacio incierto e infinito.

Vehemencia y pensamiento son incompatibles. El pensamiento, que ocupa el tercer lugar en

importancia, el mas periférico y superficial y que sin embargo tiene el poder de secuestrar y

silenciar a los otos dos. Solo el pensamiento sabe mentir, transformar el lastre en comodidad.

Porque la ligereza del vuelo proviene de soltar pasado y futuro. Sí, hermano Almafuerte, el futuro.

La incertidumbre quema, duele. Y es ese dolor el que, de igual manera que el placer, te mantiene

despierto, tan intensamente despierto que terminas por comprenderlo. Lo aceptas y ahora es tu

aliado. Y continua el vuelo, el juego, la intensidad (que poco a poco funde su dualidad dolor-

placer) y la comprensión, que por suerte también es infinita.

Los pocos ángeles que he conocido son todos supervivientes del dolor y sabios exquisitos del

placer.

Solo los pájaros voladores y los angeles saben abrazarse como culebras.

2:47 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home